Esta situación de crisis nos obliga a los que creemos en el modelo de la mediación y que además nos dedicamos a la formación de especialistas en esta forma de resolución de conflictos (ADR) a abordar esta situación con mucha conciencia, convicción, responsabilidad y urgencia, para colaborar a superar las concepciones tradicionales del litigio instalando la cuestión bajo el paraguas de nuevos paradigmas sociales. Convencer es nuestra prioritaria labor formativa.
Es este, un desafío fundamental que
debemos afrontar y nosotros como profesionales de la mediación con vocación
formadora debemos colocarnos a la cabeza de la acción educativa/formativa,
tanto con la incorporación de las nuevas tecnologías como con el abordaje
interdisciplinario del conocimiento, respetando las tradiciones
primordiales que le dieron origen y
recuperando el valor de los saberes básicos como guía para la
acción colectiva y la búsqueda de soluciones a los graves problemas que nos
aquejan.
El trabajo del mediador debe
partir del análisis y conocimiento del
conflicto que separa los mediados, de como las partes han ido construyendo sus
argumentos y como perciben cada uno el conflicto. De esta forma poder iniciar un proceso de reconstrucción,
trabajando hacia el reconocimiento de cada parte sobre si misma (empoderar) y
además sobre el reconocimiento de cada parte hacia la otra; para ello el
mediador deberá estar capacitado en los elementos de la comunicación, tanto en
lo que respecta a su contenido como en lo que hace al aspecto relacional.
El mediador es un profesional de lo que ocurre en el proceso, y su formación va a influir sobre las partes, por lo que cabe afirmar que cada mediación tendrá un resultado diferente según la capacitación, el estilo y el perfil que como profesional haya adquirido.
El mediador es también, un “facilitador o hacedor de la paz",(sin pedantería) es decir es un profesional que se prepara para la acción en un método que nos ofrece el modelo de mediación que brinda a las personas que padecen un conflicto el "acceso a una justicia propia o mejor dicho buscada y realizada por ellos voluntaria y libremente, entendida esta como una solución justa y equitativa y que no necesariamente debe emanar del juez .
Así, un buen mediador debe estar capacitado en una amplia gama de habilidades, entre las que cabría destacar, saber escuchar, ser un buen comunicador, ser capaz de identificar los intereses y necesidades de las partes, ser imparcial respecto a sus valores y saber guiarlas hacia un acuerdo que respete su capacidad para tomar las decisiones que pretenden.
Es en este nuevo modelo social
y cultural de la mediación que deberá llevarse a cabo una formación adecuada que nos permita construir el nuevo objeto de conocimiento cuyo
propósito consistirá no solo en formar sino también en habilitar al mediador
para el ejercicio en tal carácter profesional.
El futuro de la mediación recae en su calidad y la calidad es parte fundamental del buen hacer y saber del mediador y todo ello se adquiere durante la etapa de formación del mediador.
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